PR AS-127. Área Arqueológica de Cabruñana

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Datos básicos

Clasificación: Turismo activo

Clase: Rutas en Asturias

Tipo: Senderos de pequeño recorrido

Comunidad autónoma: Principado de Asturias

Provincia: Asturias

Municipio: Noreña

Parroquia: Noreña

Entidad: Noreña

Comarca: Comarca del Nora

Zona: Centro de Asturias

Situación: Montaña de Asturias

Código postal: 33180

Cómo llegar: PR AS-127. Área Arqueológica de Cabruñana

Dirección digital: 8CMP97VQ+M8

 

PR AS-127. Área Arqueológica de Cabruñana

Descripción:

Esta ruta está calificada como «Sendero de Pequeño Recorrido (P.R.)»

  • Acceso: Se inicia el recorrido en Cabruñana, siendo el final en Área Arqueológica de Cabruñana
  • Distancia: 5 km
  • Duración aproximada: 1 h 15 min

Descripción de la ruta

Cabruñana se localiza en el extremo noroccidental del concejo de Grado, en el límite con los términos de Salas y Candamo.

Dista unos 5 km de la capital del municipio, con la que se comunica a través de la carretera N-634.

La zona goza de una de las ubicaciones más privilegiadas del Principado.

Situada en la divisoria de las cuencas del Nalón y del Narcea, dos de las principales corrientes fluviales de Asturias, el área constituye a su vez el paso más favorable para acceder por el interior del sector central al occidental de la región.

Este hecho determinó, sin duda, su temprana ocupación por parte del hombre, cuyo paso ha ido dejando a lo largo de milenios una prolija secuencia de testimonios, que configuran hoy en día uno de los conjuntos patrimoniales más relevantes del municipio moscón.

Bajo la denominación genérica de Área Arqueológica, se integran los distintos elementos visitables que alberga este espacio: dos necrópolis tumulares, La Cueña y el Llano Las Ayalgas; un asentamiento fortificado, el Castiello´l Pedreo; la desaparecida malatería de San Lázaro, y el ábside de la antigua parroquial de Santa María Magdalena de Cabruñana.

Para facilitar su visita, se ha acondicionado un itinerario señalizado —PR AS-127—, a modo de circuito, de unos cinco kilómetros de longitud.

Cada uno de los yacimientos cuenta con un papel explicativo, al objeto de propiciar una adecuada comprensión de los mismos.

La ruta es, por tanto, un recorrido histórico a través de los diversos vestigios materiales que la actividad humana ha ido generando en este territorio.

Cronológicamente abarca un dilatado período, de unos 5.000 años, comprendido entre los tiempos neolíticos y los albores de la edad moderna.

1. Castiello´l Pedreo.

La localización del Castiello evidencia un marcado componente estratégico.

Para su emplazamiento se acondicionó el extremo sureste de un pequeño rellano, situado a modo de escalón, en el tercio inferior de la vertiente meridional de Sollera Baja.

Lo bordean las escarpadas laderas del barranco de la Buoba, en sus flancos meridional y oriental, las cuales constituyen por sí mismas una excelente protección natural.

Los laterales norte y oeste, más vulnerables desde el punto de vista defensivo, se dotaron de un complejo sistema de fosos.

Tres grandes zanjas paralelas, de aproximadamente unos 80 m de longitud, recorren el flanco septentrional del asentamiento.

La más próxima al mismo se bifurca en el extremo occidental, frente al punto por donde accedemos al enclave; su apéndice norte sería con toda probabilidad el primitivo callejón de entrada a la fortificación.

La prolongación hacia el sur, parcialmente labrada sobre el sustrato rocoso, se desdibuja en la abrupta ladera, complementándose en ese flanco por otras tres excavaciones de menor entidad.

El pequeño recinto que delimita el complejo defensivo se reconoce por la gran acumulación pétrea que lo define, y de la cual proviene su nombre.

Recientes estudios de georrádar, a cargo de la empresa de investigación Aitemin, confirman la presencia de una gran estructura soterrada bajo el enorme montículo de piedra, perteneciente a la base de una fortaleza, de planta oval o rectangular, de aproximadamente 18 x 35 m.

Resulta aventurado establecer la cronología de estos vestigios, ya que hasta la fecha no se han excavado enclaves de esta tipología en nuestra región.

No obstante, parece razonable especular, a modo de hipótesis, con su adscripción a época romana, en los primeros siglos de nuestra Era.

2. Necrópolis tumular de La Cueña.

El conjunto tumular de La Cueña —del latín conchula, «hondonada entre montañas, concavidad»—, se localiza en el rellano homónimo de la vertiente meridional de sierra Sollera Baja.

La necrópolis está integrada por nueve estructuras tumulares.

Los túmulos son monumentos funerarios erigidos por las sociedades del período neolítico y los primeros tiempos metalúrgicos.

En el ámbito asturiano existe constancia de su construcción desde la última mitad del V milenio antes de Cristo, perdurando su utilización hasta bien avanzado el segundo milenio, ya en plena Edad del Bronce.

Estos sepulcros son la primera manifestación de la arquitectura en nuestra región.

El monumento constaba en origen de un abultamiento hemisférico o túmulo, conformado por capas alternas de tierra y piedra, que en la mayoría de los casos solía encerrar una cámara sepulcral, a modo de cajón pétreo, destinada a albergar las inhumaciones y ajuares mortuorios.

3. Llano las Ayalgas.

El conjunto tumular del Llano las Ayalgas está integrado por cuatro estructuras.

Al igual que su vecina de La Cueña, esta necrópolis forma parte de un amplio territorio sepulcral que se extiende entre sierra Sollera Alta y la vertiente suroriental del collada de Cabruñana.

En él se han contabilizado más de una veintena de tumbas, agrupadas en pequeños cementerios.

Su ubicación, en el rellano cimero de Sollera Baja, es paradigmática de la lógica electiva que suele transmitir el emplazamiento de estos monumentos, situados habitualmente en posiciones topográficas destacadas, dotadas de un amplio dominio panorámico.

Esa localización selectiva, en absoluto casual, en la que se conjuga la doble cualidad de ver y ser vistos, se manifiesta aquí con rotunda nitidez.

Así lo evidencia la situación dominante del conjunto tumular, respecto a la zona de tránsito más favorable para comunicar las dos grandes cuencas del Nalón y del Narcea.

Junto a este papel de referentes o marcadores territoriales, los cementerios tumulares son también testimonio de la incipiente humanización del medio natural, del arraigo de las primeras manifestaciones de la vida campesina.

Sus constructores, las gentes que habitan a lo largo del dilatado periodo que media entre los tiempos neolíticos y las primeras fases metalúrgicas (V-II milenio antes de nuestra Era), adoptarían un nuevo sistema productivo, en el que la ancestral práctica de la caza y recolección de alimentos es progresivamente sustituida por las actividades agrícolas y ganaderas.

4. Ábside de la antigua iglesia parroquial de Santa María Magdalena de Cabruñana.

La cabecera de la antigua parroquial es el único elemento que se conserva del primitivo templo, tras su demolición, a principios de los años 70.

Habilitado como capilla del Camposanto, alberga en su interior un notable conjunto pictórico, parcialmente cubierto por sucesivas capas de encalados.

Sobre el vano del testero, se aprecia la figura del Creador; a su izquierda el arcángel San Miguel, y en el flanco opuesto un personaje difícil de identificar, semioculto por el revoco.

En ambos laterales de la estancia, los doce Apóstoles, inscritos en casetones, con el Tetramorfos —los cuatro Evangelistas—, dentro de medallones, en cada una de las esquinas; y finalmente, en el centro, un firmamento estrellado.

La obra, de acentuado carácter popular, corresponde a las producciones postreras de un género que hunde sus raíces en la Edad Media.

No obstante, estos grupos pictóricos murales destinados a ornar los presbiterios de los templos, continuarían vigentes en las parroquias rurales asturianas, a lo largo del siglo XVI y principios del XVII.

Sería en la última década de aquella centura o en el primer tercio de la siguiente, cuando se realizó este conjunto de Cabruñana.

5. Malatería de San Lázaro de Cabruñana.

La leprosería de San Lázaro de Cabruñana se asentaba al sureste del antiguo templo parroquial.

No se conservan en la actualidad restos materiales de aquella fundación asistencial, si exceptuamos los vestigios soterrados que parecen advertirse en el pequeño rellano de la finca que bordean los dos caminos que conducen a la referida iglesia.

En ella se encontraba una capilla dedicada a San Lázaro, que fue demolida poco antes de la guerra de 1936.

Próximo a la anterior se localizaba un tendejón orientado al mediodía, de planta baja y alargada, compartimentado en cinco o seis celdas.

Destinado sin duda a alojar a los enfermos, recibía el elocuente nombre de La Malatería.

Se desconoce la fecha de fundación del establecimiento, si bien éste ya aparece citado, junto a otros ocho centros de esta naturaleza, en el testamento del arcediano Fernando Alfonso, canónigo de San Salvador de Oviedo, expedido en el año 1267.

Una centuria después, el 2 de enero de 1376, el rey Enrique II otorgó carta de amparo a «los omnes e mugeres malatos de Cabrugnana, que en tierra de Asturias, rescibimoslos en nuestra guarda e en nuestra encomienda e en nuestro defendimiento a ellos e a sus labradores e sirvientes e a todas sus cosas...».

Tras cinco siglos de actividad, la institución será incautada, como el resto de las radicadas en Asturias, a beneficio del Real Hospicio de Oviedo, en cumplimiento de la Real Cédula de 14 de septiembre de 1769.

Fuente: Ayuntamiento de Grado.
Texto de Rogelio Estrada.

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